Eran las 8 de la noche cuando nos metieron a la sala de espera y tal vez a la una o una y media, despegó el avión que nos llevaría a nuestra nueva misión, atravesando todo el continente africano de norte a sur, pasando por el desierto del Sahara, hasta llegar a Angola.
-Eran las 9 de la mañana del 30 de octubre de 1982 cuando pisamos tierras angolanas los primeros misioneros josefinos: Padre Chente y un servidor, hermano Moris o Morichito como me llama el P. Toralito.
Como había acontecido en Lisboa, también aquí nadie nos esperaba. Pero como estaban esperando a los otros padres se corrió la voz y llegó hasta el seminario de Luanda donde estaban los padres guadalupanos, entre ellos el P. Juan Antonio Muñoz y el P. Luis, creo que Vega pero no el misionero josefino, sino el guadalupano. Estos padres siempre serviciales, al saber de nuestra llegada, rápido fueron a nuestro encuentro.
Yo ya conocía al P. Juan Antonio, así que nos llevaron luego a la casa episcopal que fue la primera casa que nos brindó buena estancia y cariño en esa nueva tierra para nosotros desconocida.
Aquí nos recibió el P. Damián Franklin, hoy arzobispo de la Arquidiócesis de Luanda. Un hombre bueno y sencillo que nos presentó luego con los otros misioneros que estaban allí: 3 padres españoles con un obispo que había ido a recibir sus misioneros que llegaron junto con nosotros y 3 padres angolanos.
Así que nuestro primer almoço en Angola fue con todos los misioneros y el Senhor Obispo. Por eso a 25 años, digo que Angola siempre nos brindó buena llegada y estancia.
Angola consiguió su independencia en 1975. Acababa de pasar la guerra de independencia cuando nosotros llegamos y se atravesaba una situación difícil.
El medio de transporte para ir de una provincia a otra solo era avión. Por tierra no se podía ir pues continuaba la guerra y no era fácil encontrar lugar en el avión el día que el pueblo quería viajar.
Así que nuestra primera impresión al salir del aeropuerto fue ver mucha gente fuera del aeropuerto esperando tener suerte para poder viajar. Yo creo que algunos tenían más de 8 días y no podían salir pues el transporte era poco y la gente mucha que quería ir tal vez a su tierra pero no era posible conseguir viajar.
Esto fue en el aeropuerto, nos faltaba entrar en el interior de la ciudad que era todavía más difícil la situación.
Las pocas tiendas que había, estaban medias abiertas con los vidrios todos rotos, los dependientes ásperos en sus respuestas cuando uno preguntaba por alguna cosa.
Fue bastante fuerte la impresión, pero…
- Gracias a Dios y a San Josesito, ya nos encontramos en Angola.
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